Verano calameño
Hoy día por el alto precio de las cuotas de agua del regadío, muchos productos de la zona están desapareciendo de nuestro oasis.
En este periodo del año siempre hemos sentido bastante calor. Eso nos obliga a buscar dónde refrescarnos y que mejor que el río Loa, que nos enseñaron que era el más largo y único que llegaba al mar.
Hoy al mirar el río, no puedo olvidar las excursiones en familia, amigos y vecinos a La Cascada, Ojo de Opache o simplemente a la Terraza donde llevábamos canastos con huevo duros, sándwiches, dulces, asado, frutas.
También victrola y discos.
Recorríamos a pie o a caballo la orilla del río, hasta el Puente de la Pólvora cerca del cementerio. Nos bañábamos todo el día, y como juego de niños perseguíamos matapiojos que volaban alrededor de las colas de zorro y chircas para sacarle tinta.
En un tarro, recolectábamos renacuajos y ranitas famosas hoy y jugando las tirábamos en las puertas de las casas de los vecinos, los días martes y viernes, siguiendo la creencia de los que venían cerca de las brujas de Salamanca. En esos maravillosos paseos domingueros comprábamos los sabrosos choclos calameños, recién cocidos por los parceleros de Calama al pie del bracero.
Hoy día por el alto precio de las cuotas de agua del regadío, están desapareciendo de nuestro oasis junto a la alfalfa, la crianza de conejos, gallinas de campo, ovejas, corderos y chancho.
Pero gracias a Dios; aún saboreamos en los restaurantes nuestro pastel de choclo, humitas, pequenes chilenos; también los platos de porotos granados con mazamorra, sandías, melones y tanta fruta que hemos visto estos meses.
Como cada año en estos días después de Navidad se están anunciando en las ferias, las famosas Peritas de Pascua y las brevas. También las manzanas verdes, vinos y otras regalías estacionales de nuestra región; exquisiteces que conocí y acostumbre a saborear en los huertillos de Toconao y Valle de Jere en los veranos del ayer y hoy.
Nancy Monterrey Caro,
Escritora chuquicamatina