El desquiciado mundo de Mario Levrero
El escritor uruguayo murió hace 15 años, pero sus libros no se han dejado de reeditar. Ahora llegan a librerías su novela Dejen todo en mis manos y Correspondencia.
Muchos de los lectores que descubrieron -que descubrimos- al uruguayo después de su muerte entraron a su obra por esos lugares, por esos libros finales. Pero lo cierto es que antes de todo eso había una obra sustanciosa -novelas, cuentos y las geniales columnas que se recopilarían en Irrupciones- y una vida que ocurrió sobre todo en Montevideo, sin mayores sobresaltos, sin mayor épica, sin luces; la vida de Jorge Mario Varlotta Levrero, el nombre real de este entrañable escritor que empezó a publicar a fines de los 60 y que así, de forma solitaria, fue construyendo una obra singular y potente, en la que tuvo un lugar preponderante la imaginación.
Parte de esos años más desconocidos de Levrero son los que encontramos en Correspondencia (Overol), libro que reúne el intercambio epistolar entre el narrador uruguayo y el poeta argentino Francisco Gandolfo. Cartas que se enviaron entre 1970 y 1986, en las que se comentan textos, comparten lecturas y van dejando el registro de una amistad singular. En todos esos años prácticamente no se ven, pero mantienen la regularidad del intercambio, mientras la cotidianidad de sus vidas se va filtrando -problemas domésticos, búsquedas de trabajo, desilusiones, pequeñas alegrías-, y de pronto Levrero dice algo así como: "Tengo miedo de haber cambiado la vida por la literatura", o: "A veces sólo basta con hacer un silencio interior y escuchar lo que la vida quiere decirnos", o esa carta que envía el 29 de febrero de 1982 y que empieza así: "Estimado vate, notará que le escribo desde un día inexistente; no pude resistir la tentación de evadirme del espacio-tiempo para comunicarme con alguien como usted…".
El humor de Levrero está siempre presente en estas cartas, pero también en buena parte de sus novelas y cuentos. Deje todo en mis manos -escrita en 1993- es una muestra perfecta de ese humor, un divertimento, una historia graciosísima protagonizada por un escritor que no ha podido conocer el éxito, pero que sin embargo no deja de escribir, no deja de intentarlo. Así llega un día, entonces, donde su editor para ofrecerle su nueva novela. El editor duda, lo va a consultar con su jefe y le termina haciendo la siguiente propuesta: le publica la novela, pero la propuesta que le hará éste será otra: le ofrece dos mil dólares, pero le dice que para publicar la novela tendrá que hacer un viaje, pues necesita que localice a Juan Pérez, el remitente de un manuscrito que parece ser una genialidad. El escritor de escaso éxito acepta el trato y viaja hacia Penurias, un pueblo del interior de Uruguay desde donde llegó el manuscrito, y va en búsqueda de Juan Pérez.
El viaje -cómo no- va a ser un delirio de aquellos. Un pueblo uruguayo con un repertorio de personajes uruguayos que parecen todos sacados de una novela de Kafka, una novela negra, aunque acá no hay ningún asesino, sino sólo un escritor-detective que busca a otro escritor o escritora. Pero se lee así: como un policial, como esos libros que avanzas, rápido, por sus páginas, ansioso por descubrir al culpable, por saber, en este caso, quién se esconde tras el nombre de Juan Pérez.
Han pasado casi 15 años desde la muerte de Levrero, pero su literatura no deja de encontrar lectores, no deja de resonar en la escritura de la nuevos narradores latinoamericanos. Y vendrán más reediciones y más libros sobre él. Mientras, el argentino Mauro Libertella prepara un perfil-biográfico para Ediciones UDP que probablemente verá la luz el próximo año. El siglo XXI le pertenece a Levrero y sólo a unos pocos más.
Mario Levrero y Francisco Gandolfo
Overol
180 págs
$12 mil
"Correspon-dencia"
"Dejen todo en mis manos"
Mario Levrero
Literatura Random House
121 págs
$ 10 mil
Mario Levrero.
Por Diego Zúñiga
Mario Levrero apareció en escena -para muchos lectores chilenos y latinoamericanos- cuando ya estaba muerto. Fueron años duros para la literatura: en 2003 moría Roberto Bolaño y un año después el que se iba era Levrero. Es cierto que el uruguayo, por ese tiempo, seguía siendo un autor de culto, una contraseña, una palabra perfecta para entender y extender complicidades: Levrero, el guionista de cómics, el autor de unas novelitas kafkianas, el creador de crucigramas, el cuentista desquiciado -pariente, cómo no, de Felisberto Hernández-, el lector perfecto de policiales, el que se iba a obsesionar con su caligrafía -producto de esa obsesión surgiría El discurso vacío, uno de sus libros más fascinantes- y quien se ganaría una beca Guggenheim por un proyecto de novela que nunca concluiría, aunque a partir de esa experiencia, la experiencia de la beca, terminaría escribiendo aquella obra maestra que es La novela luminosa, su libro póstumo; pero me adelanto y no tenemos por qué apresurar el paso con Levrero, no. Estábamos hablando de esos años -2003, 2004- en que el uruguayo seguía siendo un secreto, un nombre que Fogwill no se cansaba de recomendar, y esa recomendación tendría sus frutos: Constantino Bértolo, el editor a cargo de Caballo de Troya, en España, lo empezaría a publicar allá, y eso luego derivaría, también, en que Literatura Random House reeditaría varias de sus novelas, que son las que hoy podemos conseguir en Chile. Por ejemplo, Dejen todo en mis manos, que acaba de llegar a librerías y que es una historia divertidísima, poco más de cien páginas que no se pueden creer. Pero no es el Levrero de El discurso vacío ni el de La novela luminosa, que fue su libro póstumo y que está, sin duda, entre las mejores obras hispanoamericanas de este siglo: Levrero no pudo escribir la novela que le prometió a la beca Guggenheim, pero sí llevó un diario de esos días de no-escritura, que se convertiría finalmente en La novela luminosa.
"Han pasado 15 años desde la muerte de Levrero pero
su literatura
no deja de encontrar lectores".
shutterstock