Extremófilos: el tesoro que esconden las lagunas en San Pedro de Atacama
SECTORES. Codiciados por empresas mineras y operadores de turismo, guardan un tesoro más importante que el litio: bacterias que habitan en ambientes extremos, podrían tener aplicaciones en antibióticos, medicamentos contra el cáncer y limpieza de zonas contaminadas.
Hasta hace un par de años los turistas solían entrar a la laguna Tebenquiche para tomarse fotografías. El agua tiene apenas unos centímetros de profundidad, así que los visitantes podían adentrarse varios metros y apenas mojarse los pies. Una vez dentro se tomaban la típica foto con el efecto de espejo que asegura varios likes. Jorge Álvarez, dirigente de la comunidad indígena de Coyo, recuerda que incluso algunos se metían con sus vehículos.
Hoy eso ya no se puede hacer. Entrar al agua no está permitido y pisar las rocas de sal de alrededor, tampoco. La causa es que un grupo de científicos le advirtió al pueblo de Coyo sobre la importancia de resguardar unos importantes seres vivos que habitan en esa laguna. Y no se trata de los flamencos. Se trata de unas bacterias.
Tebenquiche se ubica 25 kilómetros al sur de San Pedro, en medio del salar de Atacama, a más de 2 mil metros de altura. Sus aguas son extremadamente salinas y tienen un alto contenido de arsénico. Por lo mismo, a simple vista parece que nada podría vivir ahí. A menos que le guste lo extremo.
Y esa es justamente la característica de los extremófilos: microorganismos que pueden vivir con muy poco oxígeno (y en algunos casos sin oxígeno), y que ocupan elementos como el arsénico para alimentarse.
En Tebenquiche se han descubierto varios tipos de extremófilos en las rocas que rodean la laguna, por eso a esas piedras se les llama "rocas vivas".
Para Jorge Álvarez este descubrimiento incluso le da sentido a las prácticas culturales de su comunidad. "Toda la vida, desde el tiempo de los abuelos, esta laguna ha sido un santuario para nosotros. Ahora estamos haciendo los trámites para que el Estado le reconozca esta condición. Antes la cuidábamos por los flamencos y ahora también por estos microbios, que para nosotros son barros ancestrales".
El dirigente agrega que en el lugar incluso tienen un centro de sanación, "donde hacemos terapias con estos barros, para los huesos. Con el estudio científico ahora se descubren estas bacterias del origen de la vida".
En mayo de este año la comunidad formalizó la solicitud de declaración de Tebenquiche como Santuario de la Naturaleza. El expediente fue presentado a la Secretaría Regional Ministerial del Medioambiente. Con esto se pretende dar un resguardo legal a 1.300 hectáreas que conforman la laguna y sus alrededores.
Científica
La científica argentina María Eugenia Farías es una de las más destacadas investigadoras de los extremófilos en el altiplano. En 2004 creó el Laboratorio de Investigaciones Microbiológicas de Lagunas Andinas, es ciclista de montaña y ha subido volcanes para estudiar la microbiología a 5.800 metros de altura. Esta bióloga es una de las autoras del estudio "Extremófilos y origen de la vida en Atacama", efectuado por al Centro de Ecología Aplicada (CEA) a solicitud de la Seremi de Medioambiente, y que describe la importancia de estas bacterias encontradas en lagunas andinas como Tebenquiche.
El estudio sirvió de argumento para solicitar que la laguna sea declarada Santuario.
Farías explica por teléfono, desde Tucumán donde vive, que lo que está ocurriendo en el norte chileno demuestra la importancia de acercar la ciencia a la comunidad.
"Después de hablar con las comunidades y con la Secretaría Regional del Medioambiente, lo que ocurrió fue fantástico. Las comunidades se empoderaron de estos lugares. Lo más claro es lo que pasó en Tebenquiche. Hace seis años atrás la gente iba y se tomaban un pisco sour sobre los tapetes microbianos, viendo el atardecer. Ahora gracias al empoderamiento de las comunidades y de la relación entre ciencia, comunidad y sociedad, hay una puesta en valor y un pedido de preservación del lugar", explica.
Para Farías, en este caso "la ciencia saltó de los papers en inglés y de la presentación de datos en congresos académicos, de ese lugar intocable, a la misma sociedad".
La académica, eso sí, advierte que aún queda por avanzar respecto a la participación de la empresas en el resguardo de estos sistemas microbianos, ya que los extremófilos deberían ser parte de los monitoreos y estudios de impacto ambiental de cualquier proyecto que se quiera llevar a cabo asociado a salares y lagunas.
Pero no es fácil pedir protección para una bacteria invisible. "Es más fácil pedirla para una ballena o un flamenco, pero para un microbio que ni siquiera se ve, es complicado. Y eso venimos haciendo con el CEA desde el 2012. Sensibilizar y poner en valor algo que no se ve. Pero si tenemos la suficiente capacidad de transmitir la ciencia, y si le digo que gracias a los microbios el planeta tiene oxígeno y capa de Ozono, y que los microbios pueden salvar el planeta de una extinción masiva, tiene que haber una recepción del gobierno y de las empresas".
En Argentina, explica Farías, ya tres empresas productoras de litio están incorporando la protección de los extremófilos dentro de sus prácticas.
En Chile, en tanto, actualmente hay dos empresas que extraen litio desde el Salar de Atacama y para ello ocupan salmuera: SQM y Albemarle (exRockwood).
Según un oficio enviado por la Secretaría Regional del Medioambiente al Servicio de Evaluación Ambiental en junio de este año, las actividades productivas en el salar podrían estar afectando las lagunas de La Punta y La Brava, donde habitan extremófilos.
El documento informa que hasta antes de 2001 el espejo de agua en estas lagunas sobrepasaba las 60 hectáreas. Después de ese año está en torno a las 50 hectáreas. La seremi advierte que esta disminución de la superficie coincide con el comienzo de la extracción de agua subterránea desde el sector Monturaqui (el cual está conectado con las lagunas antes mencionadas) en el año 1998 por parte de Minera Escondida, y con el comienzo de la extracción de Rockwood Lithium en 1999.
Extremófilos
Los extremófilos nos muestran cómo fue la vida en la Tierra en sus comienzos, pero además nos pueden dar una solución a un futuro que cada vez se va más complejo.
"Imagínese ese planeta primitivo, sin ozono, sin oxígeno, con grandes cambios de temperatura, con mucho arsénico -relata pedagógicamente la doctora Farías-. Ahí la vida surgió en forma de protocélulas, de protobacterias, que formaron colonias y estas rocas vivas que se llaman estromatolitos (y que actualmente se pueden encontrar en las lagunas del Salar de Atacama). Los estromatolitos tuvieron una gran importancia en preparar el planeta a la vida con oxígeno. Captaron el dióxido de carbono y liberaron oxígeno a lo largo de millones de años. Oxigenaron los mares, la atmósfera, crearon la capa de ozono y prepararon el planeta para que haya vida dependiente de oxígeno.
Después hubo varias extinciones masivas por exceso de dióxido de carbono, que es lo mismo que está pasando ahora. Esas liberaciones de dióxido se dieron, por ejemplo, por la explosión de un gran volcán o el impacto de un meteorito. Moría gran parte de la vida. Esta situación era resuelta siempre por los organismos extremófilos, que volvían a captar el dióxido de carbono y volvían a preparar el planeta para otras formas de vida.
La última extinción masiva fue la de los dinosaurios. Hoy la especie dominante (los humanos) está liberando carbono por los combustibles fósiles, probablemente acelerando la próxima extinción masiva. Esto podría ser revertido usando la misma fórmula que usó el planeta, a través de microrganismos extremófilos".
Es que los extremófilos tienen la particularidad de tomar el dióxido de carbono y transformarlo en roca, liberando el oxígeno. "Se sabe que hace 3.600 millones de años habitaban el planeta y ahora los encontramos vivos en Chile, en Atacama, y están cumpliendo la misma función: tomar el dióxido de carbono, que es lo que está produciendo el calentamiento global, para transformarlo en carbonato de calcio, en roca", agrega la doctora Farías.
Amenazas
Manuel Contreras es doctor en Ecología, académico de la Universidad de Chile y director ejecutivo del CEA. El investigador explica que las lagunas más relevantes en cuanto a presencia de extremófilos en San Pedro son Tebenquiche; y La Brava y La Punta (que forman un solo sistema acuífero). Ninguna está protegida oficialmente.
Contreras agrega que hay dos amenazas principales sobre estos microorganismos: que las lagunas se sequen o que se contaminen. "Al ser extremófilos, pueden pasar periodos secos, pero no sabemos cuánto. Si se secan las lagunas no sabemos cuánto podrían resistir. El contacto con humanos o con cualquier actividad que aporte materia orgánica a la laguna, también es una amenaza muy fuerte. Los microorganismos están acostumbrados a vivir con muy poca energía. Si les pongo comida, desaparecen, porque son desplazados por otros".
Contreras se muestra entusiasmado ante la posibilidad de declarar estas lagunas santuarios. Sobre todo por la cantidad de descubrimientos que se están llevando a cabo en torno a estas bacterias. "Lo último que publicamos, hace como un mes, es que se comen el arsénico. Eso es muy novedoso. Y la hipótesis del origen de la vida en la Tierra es que al comienzo todo el aire tenía arsénico, y que esos primeros microorganismos comían arsénico. Y encontramos estos sistemas vivos en Atacama, comiendo arsénico. Es una novedad de alcance mundial".
Según Contreras, los organismos que se alimentan de arsénico podrían ocuparse para reducir este elemento en el agua o en suelos. Además hay bacterias que tienen filtros UV más potentes que los que se usan hoy, que también podrían tener aplicaciones. "Es un patrimonio para el país", manifiesta entusiasmado.
Pero este patrimonio no está protegido. "Ahora puedo ir a Atacama, a Tebenquiche, La Brava y La Punta, con un tubo de ensayo pequeño, y me llevo microbios. Chile no está adscrito a la convención internacional que protege esa información genética", explica.
A esto se agrega que mientras Tebenquiche ya tiene una solicitud para declararla Santuario, en La Punta y La Brava ha costado más convencer a la comunidad, particularmente a la del pueblo de Peine. "Es un trabajo más largo, porque ellos tienen tantas otras preocupaciones que un par de lagunas son importantes, pero no es lo urgente", explica Contreras.
"Hace seis años atrás la gente iba y se tomaban un pisco sour sobre los tapetes microbianos, viendo el atardecer".
María Eugenia Farías, Doctora en microbiología"
"Toda la vida, desde el tiempo de los abuelos, esta laguna ha sido un santuario para nosotros. Ahora estamos haciendo los trámites para que el Estado le reconozca esta condición."
Jorge Álvarez, Comunidad"
"Chile no está adscrito a la convención internacional que protege esa información genética".
Manuel Contreras, Doctor en Ecología"