Las aguafuertes porteñas de Roberto Arlt son inmortales
Se acaba de publicar en Chile "Caracteres", una selección de columnas escritas por el novelista argentino en el "El Mundo". El libro es un fresco de los cambios que hace 100 años vivió Buenos Aires, su lenguaje y su gente.
Las Aguafuertes Porteñas eran, tal como la antigua técnica de grabado, la reproducción por parte de Arlt de personajes y momentos de la cotidianeidad bonaerense, de los cambios en su lenguaje, en sus calles. Por las columnas, siempre curiosas y entrañables, pasan holgazanes, desempleados, mentirosos, chicas sin futuro, ladrones. Todos, tan perdedores como fascinantes. Enfocado en esos personajes, Hueders publicó "Caracteres", una selección de 55 aguafuertes escritas en "El Mundo" por el autor de "Los lanzallamas" (1931).
En el prólogo de "Caracteres", el escritor argentino Ariel Magnus perfila el enfoque de la mirada de Arlt: "La clave de este disfrute, que se transmite intacto al lector, radica en la profunda empatía que establece Arlt con estos personajes, aun los que merecen su entusiasmado desprecio. Son los que luego poblarán sus novelas, los conoce de primera mano y en los que no dejará de reconocerse una y otra vez él mismo. Con su mirada tan analítica como compasiva, Arlt admite -y nos señala- que hasta en el más oscuro truhán hay algo que nos identifica con él. No puede ser otro el resultado de una caracterología que parte de la propia experiencia y busca fijar su entorno inmediato".
La periodista Leila Guerriero apuntó con precisión la curiosidad que mostraba Arlt en sus columnas en un perfil de casi ochenta páginas en "Plano americano" (Ediciones UDP, 2013): "Era una taquicardia, un magma, una atrocidad, una locura, una laceración". Así, en alguna aguafuerte, el autor de "El amor brujo" (1932) pasa desde el hombre que vive en eternos apuros económicos, al que vive del trabajo de su mujer, pero nunca le es infiel. Arlt escribe como moviéndose por las ramas, siempre atento, intentando trazar un gran mapa con los hombres y mujeres que se mueven por Buenos Aires.
"En el momento en que terminaba de escribir la palabra 'los Tribunales' una ráfaga tibia ha venido de la calle, y el tema del hombre que necesita un millón de pesos para mañana a la mañana sin falta, se me ha ido al diablo. Y he pensado en el hombre del umbral; he pensado en la dulzura de estar sentado en mangas de camiseta en el mármol de una puerta. En la felicidad de estar casado con una planchadora y decirle: 'Nena, dame quince guitas para un paquete de cigarrillos'", escribe Arlt en «El hombre del apuro (y el fiaca fiel)".
El escritor no escapa del contexto que vive su país. A ratos se filtra algún ministro, presidentes o dictaduras en ciernes, pero siempre como antecedentes laterales, susurros. Lo importante son los retratos bonaerenses, sus perfiles. Precisamente eso, la lejanía de la noticia, de lo periodístico, provocan que las columnas se lean atemporales, que sea fácil reconocerse en ellas a pesar de haberse escrito hace casi cien años.
"Los que mantuvieron vigente a Arlt y lo salvaron del olvido fueron los lectores. Se lo ha leído siempre y se lo lee hoy y desde hace 50 años, es un escritor actual", respondió Ricardo Piglia sobre la vigencia de Arlt en una entrevista contenida en "Crítica y ficción" (Anagrama, 2001).
Arlt tampoco escapa de perfilarse a sí mismo. Sabía que era el periodista y escritor estrella, que sus columnas eran seguidas. A veces, lo paraban en la calle para comentárselas. "Trabajo lo indispensable para vivir, sin tener que gorrear a nadie, y soy pacífico, tímido y solitario (…) Personas que me conocen poco dicen que soy un cínico; en verdad, soy un hombre tímido y tranquilo, que en vez de atenerse a las apariencias busca la verdad, porque la verdad puede ser la única guía del vivir honrado", anota en "El solterón (Y las mujeres que no se pintan)".
Pero si Roberto Arlt perfila a los personajes que pululan por Buenos Aires, también se hace cargo de su idioma, de su lenguaje. La fuerza de estas aguafuertes está, de cierta forma, en esas expresiones exquisitas, cargadas de humor. "La 'fiaca' en el dialecto genovés expresa esto: 'Desgano físico originado por la falta de alimentación momentánea'. Deseo de no hacer nada. Languidez. Sopor. Ganas de acostarse en una hamaca paraguaya durante un siglo. Deseos de dormir como los durmientes de Éfeso durante ciento y pico de años", escribe Arlt en "El fiacún (A diferencia del que 'se tira a muerto')".
En otra crónica, habla sobre el "esgunfiado": "Luego volvió la cabeza para el muro; se tapó la porra con la sábana y se apoliyó hasta las tres de la tarde. A las tres, se levantó, se puso el traje dominguero, y con paso tardo entró al café de la esquina. Y los amigos, al verlo, le preguntaron: '¿No fuiste a laburar?', 'No; me esgunfié'".
Piglia, en el mismo "Crítica y ficción", explica mejor el estilo y expresiones únicas de Arlt: "Hay algo a la vez exótico y muy argentino en el lenguaje de Arlt, una relación de distancia y extrañeza con la lengua materna, que es siempre la marca de un gran escritor. La música, el fraseo del estilo de Arlt está como condensado en su apellido: cargado de consonantes, difícil de pronunciar, inolvidable".
"Caracteres"
Roberto Arlt
Editorial Hueders
222 páginas
$12.000
El escritor Roberto Arlt.
Por Javier Correa
En 1928 el escritor argentino Roberto Arlt (1900-1942) había publicado la novela breve "El juguete rabioso" (1926) y algunos cuentos en revistas de Buenos Aires. Aún estaba en proceso de escribir obras de teatro y "Los siete locos" (1929). También, después de pasar por la crónica policial, comenzó a escribir en el diario "El Mundo" las columnas Aguafuertes Porteñas. Sus crónicas le trajeron tanto reconocimiento que en tan sólo cinco años salió la primera compilación de sus textos periodísticos.
"Hay algo a la vez exótico y muy argentino en el lenguaje
de Arlt, una relación de distancia y extrañeza con
la lengua materna".
Ricardo Piglia, escritor
"Trabajo lo indispensable para vivir, sin tener que gorrear a nadie, y soy pacífico, tímido y solitario (...) Personas que me conocen poco dicen que soy cínico".