Los metales de Yanko González vuelven a chirriar
Reeditan el primer libro del autor, "Metales pesados", un hito de la poesía chilena de los noventa que rescató con una mirada literaria y antropológica el lenguaje juvenil del borde urbano de esos tiempos.
"Metales pesados" se fortalece con el paso del tiempo y el devenir de la misma población flotante que sistematiza. Por eso, veinte años después, es capaz de sorprender de nuevo. La edición original de 1998, mítica e inconseguible, da paso a una nueva, realizada en coedición por los sellos Alquimia y Montacerdos.
El autor, que además es doctor en Antropología y está radicado en Valdivia, explica que en el libro "no sólo hay una lucha por la eficacia ventrílocua de jóvenes que revientan a la dictadura y la transición reventándose, sino de voceos y textos diversos. Es una batalla estética o, mejor, anestética, por lograr la síntesis con el ojo del que se pregunta, del que observa esas realidades. En ese sentido, al poeta le pasa lo mismo que al antropólogo: le abundan las fuentes y los informantes, está saturado de datos, pero no sabe qué hacer con ellos".
-Hay una madeja intertextual que marca sus poemas. ¿Esa es una pesquisa dirigida por el proyecto?
-"Metales Pesados" tiene cierta iconoclasia impúdica y algo insolente, que tuerce y se carcajea de la gran tradición poética, pero a la que se agarra como puede. El caos coral y, sobre todo, los poemas como notas a pie de página que se agitan en el libro, son una referencia burlona a los procedimientos estéticos y retóricos del poeta T. S. Eliot, por ejemplo. Recuerdo perfectamente no amargarme cuando criticaban que el libro no se entendía, que era un "imbunche" o que estaba en una jerga incomprensible, entre otros muchos guantazos. Aunque luchaba contra los popes, sabía que no tenía escapatoria y el libro, por más deseoso de ruptura, estaba condenado al diálogo y a la fe con la tradición que a regañadientes lo producía.
-¿La valoración de su libro fue automática o costó digerirlo? Hay que considerar que se imprimió en la provincia.
-En un principio, en el campo literario dominante y como ha ocurrido siempre, hubo reacciones centralistas, airadas y hasta condenatorias. No se podía escribir un libro experimental, radicalmente urbano, desde la arcadia sureña y pastoril. Aunque después esa recepción fue cambiando, en esos primeros momentos el libro fue cobijado por mis compañeros de sur y de oficio: Maha Vial, Jorge Torres, Ricardo Mendoza, Clemente Riedemann, Rosabetty Múñoz, Pedro Araya, Egor Mardones, Harry Wollmer, Mario García, Jorge Velásquez, entre otros. Y en Santiago, el poeta Sergio Parra tuvo un papel importante en la diseminación de su lectura, hasta homenajearlo con el nombre de su librería. Pero debo aclarar que ni antes, ni después, este libro obtuvo premio, medalla, diploma o pergamino. Lectores, nuevos lectores, ácidos o suspicaces, son quizás el verdadero reconocimiento.
-¿Cómo era la construcción de sentido para crear en los 90?
-Mis recuerdos de algunos libros publicados por las nuevas promociones es que estaban despoblados. No había gente, no había nombres, ni biografías, ni colectivos, en los poemas. Y tampoco una actitud desafiante o militante, sino derechamente una huida reaccionaria. Es como si se hubiera privatizado el "sujeto lírico" y perdido gran parte de los puentes vinculantes con las generaciones precedentes y sobre todo, con el exterior, con la otredad. Eso me indignaba. Por eso insistí, so pena de parecer algo disonante con lo valorable y "antologable" de la época, de no hacer caso a ese ensimismamiento, a esa tiranía del presente que te obligaba a escribir sin callejeo, sin voces o sin ruido.
-¿Cómo han sido las lecturas de "Metales pesados" fuera de Chile?
-Una de las primeras presentaciones fuera de Chile ocurrió en el año 2001 al leer parte de "Metales Pesados" ante un auditorio de jóvenes en la Universidad de Lille, en Francia, y es la música -y no la musa- del poema la que logra comunicar, mucho antes que la palabra, su sentido más profundo. En Rosario, en una comunidad indígena Qom (Tobas), como hace poco en el Festival Internacional de poesía en Rotterdam, presenté textos de "Alto Volta", "Elabuga" y de mi nuevo trabajo ("Torpedos") y es asombroso que la distancia cultural, engrosada por la aparente oblicuidad u opacidad de la poesía, misteriosamente se disuelve. Y tiene que ver -creo-, con algo tan simple como olvidado, que la poesía no tiene esencia -qué es-, sino ocasión: sabemos cuándo hay poesía y cuándo no. Por lo demás, un poema es un secreto sobre un secreto, entre más te dice algo, menos sabes sobre él.
-Sus mismas investigaciones de antropólogo ampliaron el arco de tiempo de investigación del libro. ¿Ha mutado su identidad el sujeto juvenil excluido?
-Creo que la postdictadura en los años 90 hizo un trabajo predecible: desactivó gran parte de las energías culturales juveniles contestatarias; compró a bajísimo precio a un sujeto juvenil que fue la carne de cañón para el fin de la dictadura y aquí estamos: ya no se habla de "juventud urbano popular", sino de "flaites"; se han criminalizado muchas de las expresiones culturales juveniles populares, urbanas y rurales, guetizándolas y desactivándolas a través del pánico moral: todos son delincuentes, todos andan husmeando dónde hacer un portonazo, todos son pastabaseros, etc. Creo que el regreso en los años 2000 de la figura del "estudiante" rearticuló y revitalizó dichas energías contestatarias, vislumbrándose como una gran metáfora del cambio social que nuestro país demandaba. Aventuro que ello permitió cierta mutación identitaria en los sectores juveniles populares, pues por la vía de la condición de "estudiante movilizado" transformaron el estigma en emblema: conscientes, vehementes y urgentes en torno a un proyecto, menos reactivos que propositivos. En ese sentido, una nueva rabia creativa, pero "redactada" y por lo mismo, más esquiva de atenazar o domesticar.
yanko gonzález es uno de los poetas nacionales más destacados de la generación de los años 90.
Yanko González
Editorial Alquimia /
Montacerdos
84 páginas
$15.000
"Metales pesados"
Por Cristóbal Gaete
Como el registro de la angustia de la generación perdida en los márgenes de la urbe podemos leer "Metales pesados", el primer libro de Yanko González (1971), que con las herramientas de la antropología y la poesía enfrenta a un grupo etario y social invisible para los grandes discursos literarios. En él, González retrata una desesperación creada al alero de la droga que se enquistó en el Chile de los 80, pero en la obra no hallamos moral, sino una forma compacta y adecuada de presentar el discurso bruto.
carsten maltendorf