El poeta bruno vidal, cuyo nombre real es Maximiliano Díaz González, cuenta que cuando somete su obra a filtros, el primero es siempre su madre.
Esta entrevista es en la Primera Zona Naval por decisión del poeta Bruno Vidal. En vez de revelar su intimidad santiaguina, visita Valparaíso y nos somete a un trayecto programado, escenarios para su personaje. El primer lugar es la Plaza Sotomayor, donde saluda a los héroes del 21 de mayo. Todos estos pasos parecen la extensión de la singular voz que domina sus poemas, que escribe desde las fuerzas militares de décadas pasadas.
Sus dos libros anteriores no tuvieron circulación comercial, pese a que ganaron premios literarios con jurados de prestigio. El de ahora, "Rompan filas" (Ediciones Universidad Diego Portales), es el tercer poemario de Vidal, integra textos actuales y de ayer y coloca, por primera vez en vitrina abierta, su obra. De una forma aún más implacable: si en "Arte marcial" la dedicatoria a Enrique Lihn daba a entender el cierre de un dispositivo ficcional, el nuevo libro no recibe prólogos ni fichas biográficas y está dedicado e inspirado en militares rasos, torturadores, conscriptos y personajes secundarios de la historia política reciente.
-¿Cómo circularon sus anteriores libros?
-Era una beneficencia mía hacia el lector y del lector que lo recibía en un concurso de voluntades, de generosidad. Fundamentalmente se los daba a personas que entendieran poesía y, ocasionalmente, a otros que no leían, como un gesto ecuménico. Ponte tú, muchas veces a damas de compañía les regalé el libro. Como captaban que tenía muchos libros, me preguntaban por alguno que hubiera escrito. Un par de veces lo regalé en el Metro.
-Entendiendo que usted era un "poeta secreto", ¿qué lo motivó a publicar este libro?
-Lo que me instó fundamentalmente fue mi propio universo poético, que me dijo ya basta ya de toda esta cosa independentista, regionalista, autónoma. Universalícese, usted vale la pena, usted es encachado, una persona de mucho valor literario, aproveche y entonces vamos a ir a otro mundo, a otros lectores. La gente de mi universo poético me dio la fleta, una tanda y ahora, me dijo, si insiste en ser marginal de esa manera, lo vamos a afilar. Y yo ahí me asusté, porque la gente de mi universo poético es pesada, tiene mucha catadura lumpenesca. Les hago caso, porque son gente del hampa y de todas las extracciones sociales. Entonces vienen, me hacen saludos militares, con sonsonetes distintos. La que me saluda en la feria lo hace de forma distinta que la que me saluda en el Club de Polo y Equitación. He oído voces, voces que se contradicen por distintas razones, por género, porque algunas son más asequibles y otras derechamente sicóticas.
-Uno de sus hallazgos es la cruza de hablas. ¿Cómo lo trabaja?
-Siempre estoy al "cateo de la laucha" en el lenguaje, trato de darles un sentido a todas esas mezclas. Visité todos los burdeles cerca de "la pesca", el cuartel de Investigaciones. Ahí una prostituta me enseñó un dicho muy lindo: "A los choros me los como con limón"; y un cola me dijo: "A ti, ¿te gusta correr por la pista de guano?", en la Carlina, en calle Vivaceta, cerca del Hipódromo. Yo he escuchado millones de voces. Las que más me han instado a hacer un trabajo son las voces de mando y las voces de la obediencia. Después las plasmo en una puesta en escena, de mucha teatralidad. Permanentemente registro, en el Metro, en la universidad, en la literatura. Yo vengo de la literatura de San Diego, de las carnicerías, pero como soy un intelectual muy aspiracional, tengo que darle otro toque. Yo he hecho mucha labor de investigación de campo, mucha asimilación que ha dado resultados estremecedores para el lector. Sé que dicen "este huevón se tiró al chancho, ¿cómo lo habrá hecho?". Las personas que me dieron instrucciones en ese sentido fueron Lévi- Strauss, Malinowski, Margareth Mead y Melville.
-¿Cuál es su proceso de corrección?
-Pasa mucho tiempo y leo, me transformo en lector de mí mismo. Me ha pasado que hay muchos poemas que yo quiero desechar y el alma del poema en ese texto me insulta, me dice "no estoy perfecto, estoy desfigurado, pero merezco clemencia, no quiero ir a la basura".
-Antes de entregar el libro a la editorial, ¿alguien leyó sus textos?
-Mi primera lectora siempre es mi madre. Mis primeros lectores son tres y son totalmente analfabetos, no en el sentido que no sepan leer, sino en el sentido que no están cultos en la literatura. Yo le digo a un pordiosero "¿qué le pasa con esto?". Si no sabe leer, yo le leo y le pregunto, y mientras leo, estoy con el ojo del cíclope mirando las reacciones corporales. Más todavía, toda la gestualidad. Lo que más me gusta es cuando se mata de la risa. Si hay risa, este artefacto tiene obra, tiene cuerpo.
-Revisando su Facebook, usted no parece abandonar su personaje a ninguna hora, en ningún momento.
-Los grandes discos de jazz se graban a las seis o siete de la mañana, no solamente con el trago ni la droga, hay una previa y llegan al estudio de grabación ensimismados. Al final, ingresa por las puertas de la racionalización una partitura que ya estaba escribiéndose hace rato, desde las cuatro de la tarde, cuando acaricia el instrumento por primera vez. Yo no hago elucubraciones entre vida y arte, me parecen asquerosas, repugnantes, infames si se quiere; el continuo de un individuo letrado, escribiente, es total. Yo muchas veces he tratado de hacer la disociación, pero imposible, son tonteras. Entonces, me considero un performer, como lo llama la siutiquería, un actor permanente. La frase "el show debe continuar" es inoficiosa.
-¿Cómo hace para separar su vida personal de la carga de su poesía?
-El único problema es que las mujeres se alejan de mí, me tienen miedo, creen que les voy a meter la punta "car'e raja". Quizá pueden encontrar en mí una lesbiana y puede ser un conocimiento carnal más exquisito que con un propio hombre, pero me ven con unos cachos de diablo. Sé que muchas mujeres piensan "¿cómo lo hará este gallo? El personaje nunca descansa. No existe diferencia entre soñar y estar despierto, mis sueños están en el realismo. Cuando hice esto estaba muy cagado, muy frito, porque me representaba la situación en términos reales. El solo hecho de que tengo una hija, esta forma de escrituración, tengo una hija que me dice padre, intuye decírmelo para no morirme de pena, porque ese es el poeta, el poeta es un huevón que está calibrando la situación entre sí mismo y los demás. Y también la risa desopilante es un remedio catártico salvaje, o también el trabajo: lo ejerzo, lo bordo, para poder no confundirme; y a veces me confundo y paso por malos momentos y ahí está el trabajo afanoso para salir de ese atolladero.
Los colegas muertos
Hay que subir. El segundo lugar escogido por el poeta para esta conversación es el Cementerio N° 2, en el Cerro Panteón. Un funcionario trata de desalentarnos en la búsqueda de la tumba del poeta Juan Luis Martínez, la que finalmente encontramos, muy descuidada. El arreglo floral que compró Vidal es el único que decora al recientemente reeditado autor. Las flores las deja allí.
-¿Cómo conoció usted a Juan Luis Martínez?
-Él fue un gran lector de "Arte Marcial" (1991), mi libro. "La Nueva Novela", el suyo, fue un gran incentivo, mucha jugarreta, mucho guiño, es un librazo. Compartimos media hora en su librería, hablamos solo cinco minutos. Su señora me explicitó los sentimientos de él: "Juan Luis te quiere mucho a ti, anda a verlo a la casa". Igual que con Lihn, no hablamos más de cinco minutos, pero de una intensidad impresionante.
-Se dice que Enrique Lihn le entregó simbólicamente el bastón de la poesía chilena.
-Yo creo que al mismo tiempo que él escribía "El Paseo Ahumada" y "La aparición de la Virgen" yo escribía "Arte Marcial". Entonces, cuando tocó evaluarme como jurado, me premió. Hay un radar, una afinidad lectiva, en ese sentido yo leo ese relevo, son libros coyunturales. Cuando falleció lo velaron en el Instituto de Estudios Humanísticos. Yo le rendí honores militares, estuve parado toda la mañana al lado de féretro de Lihn. Me hablaban al oído, me daban el pésame a mí. En un momento quedamos solos con Parra. Y cuando llegó el tropel, me retiré. La primera corona que llegó, la compré yo.
Guerra por el Nacional
Ahora hay que bajar. Tercer lugar, el restaurant Hamburgo, reconocible por su decoración bélica, al punto que hace algunos años le requisaron una granada de las ventanas.
-¿Ha pensado en películas?
-He hecho documentales, hice el de una niña que asesinaron hace mucho tiempo en la población Glorias Navales en Viña. El tipo pasó toda la ciudad y la tiró a la Piedra Feliz. Es totalmente inédito, lo tengo muy guardado, porque lo que grabamos es de mucho pudor, no se puede dar. Nos metimos al velatorio, al dolor de los padres, a la población, a la presentación del estandarte del colegio Salvador Allende.
-Como en la obra de Martínez, lo visual es fundamental en su libro.
-A pesar de que es un texto escrito, "Rompan filas" es de gran audiovisualidad en todo ese tipo de diseños que le dan un tranco de lectura al lector. Yo considero que son facilidades de pago, "no se me aburra, 'iñor'", para quedar enganchado a la próxima página. La gran lección de (Stephané) Mallarmé es que la página tiene que estar viva, en el sentido gestáltico: como soy un buen lector, entiendo qué pasa con los espacios, con las tipografías. Uno también tiene que ofertar divertimento de Gestalt de forma, de geometría, el tema de la luz en cómo comparecen en un plano los objetos. Yo soy un gran cineasta, en la otra vida voy a ser mejor que Raúl Ruiz.
-¿Qué proyectos tiene ahora?
-El excedente de mi obra es mi propia existencia, indudablemente me desapego de mi mundo envilecido y me voy para otro lado. Lo que me interesa trabajar es la femeneidad, el eterno femenino, entonces estoy en esas investigaciones, en el mundo de la mujer. Mi punto de partida, usando categorías tradicionales, es que siempre ha habido un matriarcado; en todas las sociedades, es la madre la que manda el buque, la madre del cordero. Aparte, voy a empezar la campaña para ganar el Premio Nacional el 2020. No quiero el premio como jubilación, porque estoy asegurado -hasta mi hija está asegurada- sino para editar poetas. Me dejaría un poco de plata para el taxi, pero con el resto, mes a mes iría sacando un libro. Al principio los escogería yo, después, una fundación. Lo firmo ante notario.
"Yo le digo a un pordiosero '¿qué le pasa con esto?'. Si no sabe leer, yo le leo y le pregunto, y mientras leo, estoy con el ojo de cíclope mirando las reacciones corporales".