El precio del cobre sigue siendo un factor relevante para nuestra economía pese a la disminución porcentual de su participación en nuestra balanza comercial, por lo que no deja de tener trascendencia el precio en que hoy se transa en la bolsa de metales de Londres, ya que esta disminución implica un decrecimiento de los ingresos, privados y fiscales.
Las repercusiones en nuestra economía no pasan únicamente por una menor recaudación fiscal directa, sino además por los menores ingresos que ello irroga a las economías privadas y empresas (donde repercute de igual manera que en la recaudación fiscal), las que se ven en la necesidad de establecer políticas de ahorro de la producción.
Las políticas de ahorro empresariales pasan, en primer término, por disminuir la planta de trabajadores, esto por cuanto la mano de obra como factor productivo es de fácil liquidación y reposición (llegado el caso), llegando incluso al cierre de faenas.
La disminución de ingresos en las economías privadas incide en un aumento del desempleo, disminución de la demanda agregada, disminución en la inversión y reinversión, lo que en definitiva impide la modernización de la industria, salvo aquella modernización que lleve aparejada la disminución de costos de producción.
Un aumento del desempleo provocará que el Estado deba expandir el gasto público social, para satisfacer aquellas necesidades que los individuos ya no pueden sustentar por la falta de fuente laboral, y a su vez la contracción de la economía exigirá la intervención del Estado para inyectar nuevos capitales que a su vez entreguen dinamismo.
El Estado afectado por una menor recaudación deberá aumentar el gasto público a fin de activar la economía y solventar el mayor gasto social, lo que repercute en la necesidad de endeudamiento público. Es decir, crecer pero endeudados.
En razón de la apertura económica adoptada por nuestro país se ha logrado matizar los efectos nocivos que la caída del cobre provoca, esto debido a la implementación de políticas de apertura comercial, potenciadas principalmente desde la administración Lagos. Sin perjuicio de ello, el cobre sigue siendo una vital fuente de ingresos para nuestra economía y los vaivenes de su precio seguirán afectando el crecimiento, lo que nos debe llamar a reflexionar sobre el futuro de nuestro país para cuando no tengamos el referido metal rojo.
Patricio Valdés Fuentealba,
académico Fac. Ciencias Jurídicas y Sociales U. Central