"El factor telúrico se le suele atribuir a Neruda, pero en él se asocia más bien al terruño", explica el autor Leonardo Sanhueza.
Dice Leonardo Sanhueza, que además de escritor es poeta y geólogo, que "los terremotos nunca han tenido un papel protagónico en los libros chilenos, aparecen de manera secundaria, como algo que sucedió en algún momento".
Sigue temblando. No ha pasado una semana del sismo de Illapel y Sanhueza, que es crítico literario, recuerda que "en 'Formas de volver a casa', de Alejandro Zambra, hay un episodio más o menos importante sobre el terremoto de 1985". Hay más. Describe que "Juan Emar, que hace una mezcla de la mitología mapuche con su propio imaginario, en la novela 'Umbral' hace circular a todos sus personajes en un infierno que queda dentro del volcán Llaima, un mundo de los muertos, una especie de infierno dantesco, pero muy a lo Fellini, muy grotesco y divertido".
-Yo me acordé de "Ídola", de Germán Marín, que parte con un terremoto.
-Sí, es verdad. También hay un relato de Joaquín Edwards Bello sobre el terremoto de 1906 en Valparaíso.
-Ese mismo también lo toma Benjamín Subercaseaux en "Daniel".
-Cierto. Yo creo que el texto más famoso es el de Heinrich von Kleist, "Terremoto en Santiago", publicado en 1808 y que relata un terremoto que ocurrió en 1647. Habla de un cataclismo apocalíptico que parece que duró como quince minutos. Como buen autor romántico, las catástrofes naturales tenían para él cierto prestigio temático. Las potencias de la naturaleza manifestadas creaban un clima de terror muy romántico".
Sanhueza se explaya sobre el fenómeno conocido como el Año sin Verano, acaecido en 1816, cuando el monte Tambora de Indonesia entró en erupción y arrojó nubes de ceniza y gases que oscurecieron los cielos del mundo. "La temperatura bajó y se perdieron cosechas, no había luz y todo esto propició que Lord Byron, Mary Shelley y Polidori vivieran un verano especialmente terrorífico", cuenta. Tanto así, que los dos últimos crearon a Frankenstein y el vampiro, respectivamente. La realidad catastrófica producía monstruos. El clima que también favoreció una serie de hermosos atardeceres en las telas del pintor inglés William Turner.
-¿Y qué opinas de esa otra vertiente que habla de lo telúrico que contagia a la identidad?
-Es interesante, porque cita a la cosmovisión mapuche que plantea que el territorio chileno estaría marcado por la lucha de Trentren Vilu y Caicai Vilu, las serpientes del mar y de la tierra, la cordillera y el océano. Se trenzan en una disputa, una especie de danza violenta que finalmente llega a un pacto de paz. Gabriela Mistral dice: "Cordillera despistadora, con su lomo cierto, y que de pronto se acuerda de su vieja danza de ménade y salta y gira con nosotros a su espalda". Esa es una clara reminiscencia de la cosmogonía mapuche.
-Y hoy, ¿hay poetas que hablen desde lo telúrico?
-Hay una especie de confusión, porque el factor telúrico se le suele atribuir a Neruda, pero en él se asocia más bien al terruño, al apego que se siente por la tierra no en el sentido geológico, sino en el de la pertenencia.
-La tierra sin sacudirse.
-Claro, pero Neruda igual le confiere a la tierra una especie de potencia que va más allá de la superficie, que viene desde abajo. El que dio vuelta eso fue Vicente Huidobro, que estaba más preocupado del aire.
-Claro, Altazor desciende en paracaídas.
-Claro, y se define diciendo "Soy un temblor de tierra/ Los sismógrafos señalan mi paso por el mundo". De hecho, escribió un libro paralelo a "Altazor" que se llama "Temblor de cielo", una historia de amor como la de Tristán e Isolda. Huidobro se despega de la tierra, pero conserva elementos de terremoto y cataclismo. Saca esa figura del francés donde terremoto no se dice en una sola palabra, se dice "tremblement de terre", y luego saca el temblor de cielo.
Estilo ulloa
-¿Dónde estabas para el último temblor?
-En mi casa en Santiago, todo bien.
-¿Cómo reaccionas ante temblores fuertes?
-Nada, soy bien operado de los nervios, aplico el estilo Ulloa.
-¿Cómo, entonces sales corriendo?
-No, no se me da nada. De lo único que me preocupo es de no estar en un lugar donde te caiga un florero en la cabeza.
-¿Y aplicar el estilo Ulloa no es correr a perderse?
-No, no, no. Es el del periodista Ramón Ulloa, ¿viste que estuvo en vivo resistiendo en la radio donde trabaja sin moverse un pelo?
-Ah, yo pensé que era "huyó a...", como quien dice salió apretando…
-No, no. No soy de los que arrancan.
-Ramón Ulloa nunca huyó, verdad, lo vi en estilo calmado nervioso. Yo también soy así, alerta, pero sin correr ni caer de rodillas.
-Claro, además en la literatura influye el grado de conocimiento que se tiene de la sismología, una ciencia relativamente nueva. Las causas de un terremoto se vinieron a conocer en el siglo XX. Aristóteles, por ejemplo, pensaba que los terremotos eran una especie de flatulencias de la Tierra, que se acumulaba aire en cavernas subterráneas y después necesitaba salir y pegaba el guaracazo. Si le agregas factores como la religión o la superstición, el pánico de un terremoto a menudo se magnifica por razones extra sismológicas. Piensa tú lo que siente un italiano cuando hay un terremoto de los que acá ni siquiera sentimos, esos que son grado IV Mercalli, que no les damos ni pelota. Un italiano se muere de pánico.
-¿Hemos ido aprendiendo de cada terremoto?
-Sí, pero siempre falta algo de sentido común. El otro día leía que cerca de Tongoy un tipo sintió el terremoto y pensó que alcanzaba a pasar cerca de una playa antes de que llegara la ola. Por supuesto no alcanzó y la ola lo agarró. Ese tipo de acciones no son por falta de conocimiento, sino de tener un poco de sentido común.
-¿Qué tan cierto o exacto es decir que los terremotos se pueden predecir?
-No, por el momento no es posible predecirlos con cierta antelación. Hay aparatos de predicción, pero son instantáneos, en rangos de segundos, sirven para aplicar bien la operación Deyse. Pero hay ciertos grados de anticipación. Por ejemplo, el terremoto de 2010 estaba anunciado desde los años 90 con mucha precisión, sabiendo la magnitud que iba a tener, el lugar en el que iba a ocurrir, más o menos. Si tienes esos antecedentes, puedes empezar a prepararte construyendo cortaolas, sacando las construcciones en las líneas de costa, cosas así. De hecho, el reciente estaba previsto, así como está previsto que suceda uno en el norte. También está "el hermanito pobre de las predicciones", que puede ser muy catastrófico: el terremoto que está anunciado para Valparaíso y Santiago.
-¿Qué tan rigurosa es la sismología?
-Hay muchas cosas que se están descubriendo. Por ejemplo, ahora hay una teoría que explica un poco porqué se producen estas seguidillas de terremotos muy grandes en un lapso corto de tiempo. Dice que ocurren en pulsos y que luego hay una etapa de calma con temblores bajos. Después viene otra ola de terremotos grandes.
-¿Y han podido descifrar algún patrón que se repita en esos pulsos?
-Es sólo una teoría que no está muy asentada. Hay que pensar que todo esto es bien irregular, no es una cuerda que está permanentemente batiéndose, hay un montón de factores que influyen. Antes se estudiaban los sismos, se sabía qué movimientos producían, pero no se sabía por qué ocurrían. El fenómeno del terremoto se podía estudiar igual, porque en el fondo son ondas, pero lo que no se sabía era la causa. Como ahora se conoce, el estudio de los terremotos ha progresado un montón en los últimos años.
Desamparo
"Lo que no ha cambiado, con o sin conocimiento científico", dice el escritor-geólogo, "es cierta sensación de desamparo en la que uno queda luego de un terremoto. Aunque sepas por qué ocurre o bien creas que es un castigo del Señor, la sensación con la que quedamos es de fragilidad e indefensión, de precariedad existencial que hace sentir que siempre hay algo que puede cortar tu cotidianeidad de la manera más brusca".
-¿Cuántos terremotos llevas en el cuerpo?
-Terremotos fuertes, dos. Éste y el de 2010. El de 1985 lo viví en Temuco y se sintió como un vals. Me acuerdo perfectamente de haber estado poniendo leña en la estufa cuando se empezó a mover y me bamboleaba poniendo el palo.
Explica el joven Premio Neruda 2012 que algo importante para lo literario es la experiencia de la transmisión del terremoto. "Todas las familias tienen sus cuentos y uno ya ni sabe quién las vivió, si el abuelo, el padre, la madre, el tío. Me acuerdo que en mi casa siempre hablábamos qué había ocurrido para el 60, que en el caso de Temuco fue muy cercano a la erupción del volcán Llaima, y entonces a mí se me cruzaban esas imágenes apocalípticas y mi abuelo relataba por ejemplo que las casas se clavaban y desclavaban solas, y que para calmar a sus hijas les había dado un vaso de vino, para que pudieran dormir mejor".
-La calma etílica.
-Claro, y ese tipo de imágenes crean una manera de imaginar y hacen que se dé muy bien la poesía aquí, a diferencia de países donde no existen estos fenómenos. En Argentina, por ejemplo, la poesía está más bien en el nivel del habla, de las relaciones personales y la ciudad. En Chile hay mucha poesía que tiene que ver con la naturaleza. Y hay una manera de imaginarla, de crear imágenes.
Sanhueza cree que la cuestión sísmica en Chile afecta a la literatura de una manera profunda e inconsciente, no a nivel superficial: "Afecta a las placas internas de la mente, los escritores chilenos tienden a la divagación, muy parecida a los movimientos de la tierra que son medios misteriosos y no tienen una explicación en la superficie, pero producen algo que modifica el paisaje. Esos mecanismos y procesos se reproducen en el momento de la creación literaria".
-¿Y la explicación que ofrece la ciencia empobrece a la poesía?
-No, por el contrario. Soy enemigo de la superstición. La ciencia ayuda a enriquecer, encuentras más asociaciones, nexos entre una cosa y otra. Alguien me preguntaba por qué, siendo geólogo, había terminado siendo escritor, y le decía que era más o menos lo mismo, solo que el geólogo cuenta las historias de un paisaje a partir de las huellas. Lo mismo haces cuando escribes: a partir de ciertos indicios e imágenes puedes construir todo un universo.
Leonardo Sanhueza dice estar trabajando en una novela en la que aparece, en uno de sus capítulos, el terremoto de 2010. Y añade que es importante "de manera simbólica, ya que muere el protagonista, pero puede resucitar en el camino".
-¿Estás escribiendo poesía?
-Sí, siempre. Tengo un librito por ahí que quizás sí, quizás no. Soy poco ejecutivo, me salen los libros de chiripazo. , el terremoto de 2010. Y añade que es importante "de manera simbólica, ya que muere el protagonista, pero puede resucitar en el camino".
en resumen
Leonardo Sanhueza, geólogo y escritor nacido en Temuco en 1974. Ha publicado poesía, "Tres bóvedas" (Visor, 2003); novela, "La edad del perro" (Random House, 2014), y crónica, "El hijo del presidente" (Pehuén, 2014). Desde el año 2000 es columnista en el diario Las Últimas Noticias y recibió en 2012 el Premio Pablo Neruda.
Por Amelia Carvallo A.
"Aristóteles, por ejemplo, pensaba que los terremotos eran unas flatulencias de la Tierra".
HECTOR YAÑEZ