Cada fin de semana se hace patente la convocatoria. En pleno club de campo de Cobreloa, al lado de donde entrena el primer equipo, los estacionamientos se colman de gente y es constante la entrada y salida de padres y familias completas con uno o dos niños vestidos de naranja, con un par de zapatos de fútbol y un entusiasmo inigualable.
Son los rostros que componen la escuela de fútbol de Cobreloa, la misma que durante el año trabaja con medio millar de niños entre los 5 y 14 años tanto en etapas de iniciación, enseñanza de fundamentos de fútbol, trabajo en equipo, disciplina y finalmente, el denominado grupo de proyección, que está desde los 13 años en adelante.
Pero hay un componente desconocido. El de los apoderados que lejos de mantener a los hijos en casa, en plena época en que dominan las entretenciones electrónicas y por internet, sagradamente llevan a sus hijos hasta el recinto y esperan pacientemente que termine la jornada para volver a casa.
Leonor Castillo cumple el rito hace cuatro años con su hijo Max Fajardo, de 10 años. "Todos los días que tiene que venir estamos con él. Para mi además es un relajo además. Lo incentivo porque desde que tiene uso de razón, a él le gustó el fútbol e incluso proyectándose como jugador".
Jacqueline González es la abuela del portero Benjamín Moya, de sólo nueve años que lleva tres en la escuela de fútbol de "los zorros". "Es la misma dinámica que las demás mamás. E incluso, ya conformamos un grupo, acá copuchamos, nos conocemos. Incluso, cuando los niños juegan afuera por la escuela o en las mismas ligas de Calama donde juega cada uno es motivo para que nosotras estemos siempre acompañándolos. No sólo es un pasatiempo para ellos sino que también para nosotras. Y si no podemos venir, es el papá quien acompaña. Es una manera de incentivarles vida sana, el deporte y si les gusta esto los vamos a seguir acompañando porque parte del crecimiento de un futuro futbolista es el apoyo constante de la familia".
Carla Latorre es la mamá de Tomás Roco, que llegó a los cuatro años y medio a la escuela. "Él no ve monos animados en la tele, ve fútbol, respira fútbol. Hasta en los juegos de play station todo es el fútbol. Y están siempre pendientes de si los citaron para sus partidos en la liga Exótica, se preparan para venir acá. Entonces, si yo no puedo venir vienen los abuelos o el papá. Esto es algo en conjunto y para nosotros es una herramienta para que los niños hagan vida sana", comentó.
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profesores están a cargo de la actividad deportiva más masiva que se realiza semana a semana en Calama.
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niños participan en los trabajos formativos que atraen a gran cantidad de padres y apoderados hasta el camping de Cobreloa.
Luis Alegría es quien maneja el grupo de monitores entre los cuales hay ex cadetes de Cobreloa, profesores de educación física y ex jugadores profesionales como Rafael Celedón y Ramón Tapia. Y explica que "nosotros le llamamos familia a todo este entorno, porque están los niños, los papás que ven su proceso desde el borde de la cancha, los que llegan a vender cosas o hacer beneficios para tener dinero y poder viajar con los niños en los viajes que hacemos durante el año". El entrenador detalla que cualquier niño que quiera integrarse puede hacerlo pues incluso hay becas para los que no pueden pagar matrícula. "Deben querer ser parte de Cobreloa, que nos representa", dijo.