Luchando contra el estigma: la cara más amable de la toma Frei Bonn
FAMILIAS. Deben lidiar a diario con la desidia de la comunidad. Aquí algunos relatos de esfuerzo y de ganas de salir adelante.
"No todos los que vivimos en el campamento, somos delincuentes, la mayoría somos gente trabajadora y que quiere salir adelante". Esta es la frase que más se repite al momento de recorrer las laberínticas calles que conforman la toma de Frei Bonn en Calama y conversar con las familias que allí residen.
Es que desde que se instalaron en ese sector, en 2013, deben lidiar a diario con la desidia e indiferencia de la comunidad loína, así como también de algunas autoridades y sobre todo de sus vecinos quienes, sin darse el tiempo de conocerlos, los han sindicado como personas de mal vivir, sucios y delincuentes, atribuyéndole a ellos el aumento de los delitos que se registran en los sectores aledaños.
Una imagen que los residentes de dicho campamento quieren erradicar. Una de las primeras medidas fue abrir los portones como una forma de transparentar hacia sus vecinos lo que allí ocurre y, además, permitir que los carabineros puedan realizar rondas habituales al interior sus calles.
También se organizaron y eligieron a una directiva, encabezada por Yoyce Urbina, las que iniciaron varias conversaciones con las autoridades del gobierno anterior, lo que no ha podido concretarse con las actuales autoridades.
Según el último catastro realizado en 2017 por el gobierno provincial de El Loa , en la toma de Frei Bonn viven 759 personas y el 43% son menores de edad. Además el 57% de los jefes de hogar son mujeres.
En tanto el 62% de la población extranjera que reside en la toma son de nacionalidad boliviana.
Yoyce Urbina Guerrero, la líder
A partir de 2017 es la presidenta de la junta de vecinos del campamento, elegida por votación popular. Desde que inició su labor como líder ha luchado, en conjunto con los vecinos, para estar organizados, mantenerse unidos y mejorar el entorno. En la actualidad trabaja en la empresa Cosando, donde cumple diversas labores. " Llevo casi 20 años esperando a que nos den una casa por Serviu (...) lamentablemente tuvimos que recurrir a esto", comenta. Yoyce dice que diariamente lucha contra el estigma de vivir en lo que se ha denominado "el punto negro de Calama" y espera que las nuevas autoridades provinciales se acerquen al lugar. "No somos delincuentes, somos gente esforzada y por eso los invito a que vengan y conozcan la realidad de quienes viven aquí".
Martina Meza, la universitaria
Fue tras su separación que tuvo que llegar a vivir a la toma de Frei Bonn junto a sus tres hijos de 12, 7 y 3 años. En la actualidad trabaja "de forma legal, con permiso y todo", dice ella, vendiendo dulces en escuelas de Calama. Cuenta que todos los días se levanta a las siete de la mañana y tras dejar en clases a sus hijos, se traslada hasta su lugar de trabajo. Martina comenta que se esfuerza para darle un buen futuro a sus hijos y salir adelante y que le da mucha pena ver todo lo que se habla de los que viven en el campamento por las redes sociales. A modo de ejemplo, revela que ella está estudiando la carrera de auxiliar contable en Inacap. " Mi meta es ser alguien en la vida".
Mercedes Lerma, vendedora de sopaipillas:
Katherine Cerna , vendedora de jugos
Ella tiene un hijo de tres años y su pareja uno de cuatro años, ambos llegaron a vivir como allegados a la toma y hoy se ganan la vida con su carrito de venta de jugos de naranja en la feria rotativa, comenzando su labor a partir de las 9 horas . En la actualidad su mayor preocupación es el posible desalojo que anunciaron hace un par de semanas atrás las autoridades, puesto que explica que con el dinero que ganan no les alcanzará para pagar un arriendo. " Los que vivimos en el campamento no somos delincuentes, con los vecinos nos hemos reunido para que aquí no lleguen los delincuentes y tratar de sacar lo mejor de la toma, hay mucha gente que trabaja y es honrada , somos muchos las que no las rebuscamos pasa salir adelante", dijo.
Isabel Viracochea, todo por sus 3 hijos
Dice que en la toma la han acogido con los brazos abiertos, luego que por diversos problemas tuvo que abandonar Bolivia y llegar a Calama. Para ganarse la vida trabaja como asesora del hogar, limpiando oficinas y casas, ayuda en el mercado, vendiendo anticuchos en las ferias, entre otros. "Siempre me las rebusco en temas de trabajo para darle una vida digna a mis tres hijos" y agrega "nos juzgan que somos cochinos , que somos mala gente, pero eso es mentira. Como en todo lugar hay mala y buena gente y no por ello podemos generalizar".
Al igual que muchos de los extranjeros que llegan al país, Magaly dejó su tierra en busca de una mejor calidad de vida. Sin embargo, el alto precio de los arriendos la obligó a ella y su pareja a tener que establecerse en la toma, donde lleva ya cinco años. Mercedes se levanta todos los días a las cuatro de la mañana para preparar sopaipillas, salchichas y patacones los que luego vende, desde las seis de la mañana en su pequeño carrito ubicado al interior del campamento. "Como uno está en un terreno ajeno, dicen que somos delincuentes y nos ponen a todos en el mismo saco", reflexiona.
Magaly Madariaga, orgullosa de sus hijos Omar Farías, de político a vendedor de pan
Elsa y el sueño de la casa propia
Es una de las que llegó en los primeros meses en que se instaló la toma de Frei Bonn, cada día se levanta muy temprano en la mañana para instalarle con su puesto en la feria rotativa donde vende todo tipo de cachureos. "Con esfuerzo uno puede salir adelante", dice y agrega que ella no está en contra de que los erradiquen de la toma, pero que las autoridades les ayuden a reubicarse o tener una solución habitacional. "No quiero que nos regalen una casa", comentó.
Un hijo que es campeón de ajedrez y una hija que toca el violín y ahora está realizando su práctica en la municipalidad, son el orgullo de esta madre que, como la mayoría de los que viven ahí, llegó a instalarse por necesidad. Su esposo se levanta todos los días de madrugada para ir a trabajar por el sueldo mínimo en una empresa contratista de Calama. "Es bien sacrificado estar acá, pasamos frío y nos llovemos, pero mis dos hijos son bien sacrificados y tienen buenas notas a pesar de que no los tengo rodeados de lujos... La meta de mis hijos es sacarme de acá algún día, tener una casa y yo se que ellos lo van a lograr", comenta orgullosa Magaly.
En Colombia, Omar era político y funcionario público, pero dejó todo para tener una vida más segura y tranquila y llegó a Calama. Hoy junto a su pareja armaron lo que ellos llaman "su casa" en medio de la toma de Frei Bonn. En Calama Omar tuvo que cambiar los papeles por harina pues se gana la vida vendiendo desde muy temprano pan colombiano (que está relleno de queso) y buñuelos. Quienes viven en el lugar reconocen la voz de este vendedor quien se levanta a las seis de la mañana para preparar sus productos, lo que comienza a vender a partir de las 8 horas tanto en la toma como en los sectores aledaños. "El estilo de vida en Calama es muy diferente, pero el ser humano debe adecuarse a las circunstancias que nos rodean",
759 personas son las que viven en la toma de Frei Bonn, según el catastro que realizó la gobernación El Loa en julio de 2017, allí también se determinó que hay 300 viviendas.
2017 los habitantes de la toma de Frei Bonn, eligieron a la directiva de su junta de vecinos, la que está presidida por Yoyce Urbina.
40% de los que viven en la toma de Frei Bonn son menores de edad. Además de la población extranjera, un 62% son bolivianos. También hay colombianos y peruanos.