Umberto eco escribió de todo. su obra más célebre, "El nombre de la rosa". tiene que ver con las conspiraciones, uno de sus temas recurrentes.
"Un Zelig del pensamiento", así lo motejaron. Un vivaz estudiante omnívoro que leyó desde pequeño de todo: desde los Tres Mosqueteros a Sherlock Holmes, pasando por Mandrake el Mago y las aventuras intergalácticas de Flash Gordon, como correspondía a los niños que nacieron en los años 30 del siglo pasado. Luego hizo estudios universitarios de filosofía medieval en la Universidad de Turín, donde se graduó con una tesis sobre Tomás de Aquino. Pronto encontró el hilo de la trama que lo seducía: los nacientes medios de comunicación masiva, encarnados en la RAI -la red televisiva nacional italiana-, lugar en el que comenzó a trabajar alternadamente con sus clases universitarias de Ciencias de la Comunicación.
Las ficciones
La celebridad, que lo abrumó un tanto, llegó en 1980 con la publicación de la novela "El nombre de la rosa", de la que el francés Jean Jacques Annaud hizo una película protagonizada por Sean Connery. El primer James Bond encarnó a un monje franciscano del siglo XIV que llega a un monasterio a resolver unos crímenes misteriosos. Eco narra, entre disquisiciones teológicas y guiños intertextuales, la historia de un libro perdido de la Poética de Aristóteles, justo el que trata sobre la comedia y la risa. Por otro lado, se desliza un monje ciego de nombre Jorge de Burgos, clara alusión a su admirado Borges.
En 1988 publicó "El péndulo de Foucault", que propone nuevamente en clave thriller otra misión imposible: seguir el rastro de los templarios y el deseado Santo Grial sin marearse con la paranoia conspirativa, un ejercicio que el autor mantuvo durante toda su producción para advertir que las más poderosas conspiraciones son las que no existen, como decía en una entrevista Eco citando a George Simmel: "El secreto más poderoso es el secreto vacío".
En 1994 publicó "La isla del día de antes", donde presenta la historia de Roberto de la Grive, un joven que naufraga en los Mares del Sur, en el verano de 1630. La encrucijada y el misterio se plantean cuando el náufrago, en su deriva, llega hasta una nave abandonada que aborda. Habitada sólo por extraños animales y máquinas, nos enteramos de quién es por las cartas que comienza a escribir a su lejana amada. Mientras tanto y a lo lejos, divisa tierra firme que podría ser una isla, o bien no serlo.
En 2000 escribió "Baudolino", donde salta a las aventuras de un joven italiano en el siglo XII que acompaña a la Cuarta Cruzada que entró a Constantinopla. En el 2005 presentó la novela "La misteriosa llama de la reina Luana", donde su protagonista, Giambattista Bodoni alias Yago, pierde la memoria a los 59 años y emprende un viaje a su pasado apertrechado de sus infinitas lecturas que lo mantienen dentro de lo real a falta de sus recuerdos familiares.
"El cementerio de Praga" se llama su novela de 2010, situada en el período de las guerras por la unificación italiana y el fin de la guerra franco prusiana. En esta ficción, Eco reflexiona sobre el racismo encarnado en su protagonista, el coronel Simonini, que se dedica a crear documentos falsos.
Lo reciente
Su última novela es de 2015 y se llama "Número cero". Está ambientada en el Milán de 1992, en el mundo del periodismo y según el crítico Roberto Saviano "es el manual de comunicación de nuestro tiempo, una parodia feroz del periodismo". El protagonista es Colonna, un entrañable perdedor entre complots que ponen a prueba nuestro grado de credulidad y cómo no naufragar en el gran mar de información que nos agobia.
Este antihéroe carga sobre sus hombros, y los de un pequeño grupo de colaboradores, la misión de montar un periódico que sirva como herramienta de chantaje a un empresario. El malestar de la opinión sesgada y la invención descarada de noticias tendenciosas avanza a la par en sus páginas; túneles secretos, la autopsia de Mussolini y una organización de ultraderecha que se remonta a la Guerra Fría, son algunos de los elementos que conjuga Eco para fabular sobre el mal ejercicio del periodismo y sus triquiñuelas con la administración del poder. Para él también es la oportunidad de hacer una invitación al periodismo a la investigación y al análisis, que vaya tras lo desapercibido y mire desde todos los ángulos.
Por cierto también se anunció que saldrá a la venta muy pronto en Italia "Padre Satán Cuidado", un ensayo que compila textos ya publicados desde 2000 en el semanario L'Espresso. Se anunció que tendrá 470 páginas sobre variados temas: vida cotidiana, política, sociedad y costumbres. El extraño nombre del título alude a las palabras iniciales del canto VII del Infierno de La Divina Comedia de Dante Alighieri. El significado, muy misterioso y que algunos ven como una invocación, ha dado lugar a múltiples interpretaciones, pero para Umberto Eco la expresión es "lo suficientemente líquida para caracterizar la confusión de nuestros tiempos".
Eco y la semiología
El chileno Rafael del Villar Muñoz lo conoció personalmente en 1997 en Sienna y luego, más de cerca en 1999 en La Coruña, compartieron hotel y almuerzos. Lo recuerda como una persona con un gran sentido del humor y un ameno conversador con buenos amigos latinoamericanos en el mundo de la semiótica. De hecho, del Villar es vicepresidente de las asociaciones Latinoamericana y Chilena de Semiótica, miembro de la Internacional y profesor investigador del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile. Por esto reconoce que la disciplina está de duelo, porque ha perdido a uno de sus más importantes fundadores, uno de los últimos sobrevivientes.
"Lo que funda Eco no sólo está relacionado con sus múltiples libros, tampoco lo está necesariamente con la importancia de sus escritos filosóficos, ni menos la de sus ensayos, ni de sus películas, lo que funda es una práctica científica, una institucionalización en la Universidad de Bolonia de la investigación, de la enseñanza y publicaciones semióticas. Al igual que Roland Barthes, Algirdas Julien Greimas, Christian Metz, Jacques Lacan -entre otros, muy cercanos a ella como Claude Lévi-Strauss- en L' École Practique des Hautes Études de París", aclara del Villar.
Desde esos dos polos de irradiación, París y Bolonia, la semiótica se difunde desde Europa a Estados Unidos, África, Asia y los países de Europa del Este.
"Desde un punto de vista científico, como lo plantea Gastón Bachelard, la ciencia es lo que los científicos hacen, que es lo mismo que decir que una cosa es la filosofía espontánea de los sabios y otra la práctica científica, como lo entiende Louis Althusser. Es en el dominio de esta última que podemos decir que la obra de Charles Peirce, no leída por nadie en su época, y la obra, todavía sin escribir en su época de Ferdinand de Saussure, no fueron más que presemiótica, necesitaron la investigación, publicación y docencia que luego se hizo en Bolonia y París que ha formado, al día de hoy, una comunidad con raíces en todo el mundo", concluye el profesor del Villar, para quien la muerte de Eco "alimentará el hoyo negro que, con su risa, mutará la fuerza gravitacional inversa que desplazará cada día más la expansión de nuestro pequeño gran universo semiótico".
eco dixit
Sobre la lectura
"Leer alarga la vida, el que no lee solo tiene una vida y eso es muy poco. Quienes leen han cruzado el Rubicón con César, peleado en Waterloo con Napoleón, viajado con Gulliver y se han encontrado con enanos y gigantes; es una pequeña recompensa por no ser inmortales".
Sobre las fotocopias
"La fotocopia es un instrumento muy útil, pero muchas veces es también una coartada intelectual salir de la biblioteca con una ruma de fotocopias que seguramente no leerás y quedarás con la sensación de haber capturado el contenido de esos libros. Antes de la 'Xerox civilización' se usaban tarjetas y algo de lo escrito quedaba. Con la neurosis de la fotocopia se corre el riesgo de perder los días en la biblioteca fotocopiando libros".
Qué es la filosofía
"Permítame un conservadurismo banal, pero no encuentro mejor definición que la que da Aristóteles sobre la metafísica: es la respuesta a un acto maravilloso".
Por Amelia Carvallo
Con una de sus piezas musicales favoritas, "La Follia", del músico barroco Corelli, el funeral de Umberto Eco fue una ceremonia laica en el Castello Sforzesco, donde su nieto Emanuel comenzó su recuerdo de él así: "Amado abuelo: hubiese querido hacer una lista, en vista de que te placían tanto, con todo lo que hicimos en estos últimos quince años, pero hubiese sido demasiado largo leerla".
"Lo que funda Eco no sólo está relacionado con sus múltiples libros (...) Eco funda una práctica científica".
Rafael del Villar
EFE/EPA/MOURAD BALTI TOUATI