Construidas estratégicamente en varios poblados de nuestra provincia, los cultivos en terrazas esconden algo más que una mera atracción turística.
Para algunos fue y continúa siendo una herramienta de sobrevivencia en medio de condiciones adversas para el pueblo atacameño. Para otros, es una manifestación de inteligencia y armonía en un entorno agreste en el medio del desierto más árido del mundo. Y que hasta hoy se mantiene y devela una ancestral tradición que permite a poblados al interior de Calama conservar vigente su agricultura, revitalizándola bajo técnicas y cuidados que por cientos de años entrega sustento y productos de inigualables condiciones.
Según datos aportados por el Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario (Indap), en la actualidad existen 70 hectáreas de cultivos de terrazas en los poblados de Toconce, Caspana y Cupo en el Área de Desarrollo Indígena del Alto Loa. Y entre las existentes en Atacama La Grande como están las de Talabre y Socaire.
"Hoy son esos los poblados donde se realizan cultivos en torno a esta tradición de cultivar en terrazas, los que generan importantes producciones hortofrutícolas, en las que además se cosechan flores y productos de muy buena calidad" comentó la directora regional de Indap, Jeanette Araya.
Aún cuando historiadores y profesionales no precisan el origen exacto de estas, existen elementos que permitan determinar que se trata de una técnica de cultivo propia de los poblados de esta parte del país. La que fue utilizada desde el sur del imperio Inca hasta nuestra provincia, que producto del contacto con esa civilización logró tener éxito y mantenerse hasta nuestros días.
"El decir o afirmar que se trata de un poblado o bien de una comunidad en particular, sería menospreciar a la heterogeneidad de pueblos que la ocuparon y aún lo hacen. Es más bien propia de las culturas andinas", comentó Osvaldo Rojas, director del Museo de Historia Natural y Cultural del Desierto de Atacama.
Básicamente los cultivos en terrazas son una práctica agrícola ancestral utilizada para producir en las laderas escarpadas de las montañas y colinas. Este proceso que las culturas atacameñas supieron utilizar y optimizar pequeñas cantidades de agua, las terrazas recogen y distribuyen el recurso hídrico, reduciendo la erosión del suelo.
"Estas técnicas son sin duda alguna un ejemplo de cómo ante la adversidad geográfica, y la necesidad de supervivencia demuestran el ingenio, la innovación, y también el triunfo del hombre en su interés por domesticar a la naturaleza", agrega Osvaldo Rojas.
Los primitivos pueblos andinos y luego los incas fueron expertos en mejorar las condiciones del suelo para la agricultura. Las variaciones climáticas y los terrenos difíciles y escarpados aguzaron su ingenio, encontrando muchas maneras de superar dichos escollos.
Entre los sistemas más conocidos, está la construcción de andenes o terrazas de gran importancia para los incas y en general para los pueblos andinos. "Los andenes son terrazas agrícolas artificiales escalonadas que sirven para obtener tierra útil para la siembra en las escarpadas laderas andinas. Permitían aprovechar mejor el agua, tanto en lluvia como en regadío, haciéndola circular a través de los canales que comunicaban sus diversos niveles, con esta medida evitaban al mismo tiempo la erosión hidráulica del suelo", explicó Jeanette Araya.
Caspana es uno de los pueblos que concentra mayor producción y utilización de esta técnica de producción agraria en laderas, donde las 75 familias que habitan ese turístico poblado hacen de esta técnica un elemento importante para sus vidas.
"Es básicamente una herramienta de identidad de nuestro pueblo atacameño, que nos fue traspasada y legada para ser algo más que una herramienta de trabajo, es la comunión de nuestros ancestros con la naturaleza, que si bien nos condicionó, también supo regalarnos esta forma de cultivo de nuestra respetada tierra", confidenció Crescencio Anza, agricultor y albañil de Caspana.
Justamente en ese poblado durante el año 2013, la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi), realizó una importante inversión para resguardar su agricultura entregando un monto de 90 millones de pesos. Este organismo subsidió un programa de riego y drenaje para esa localidad, que permitió la construcción de un canal de 120 metros en el sector de "Quebrada Chica" y que fue construida con la ayuda de los propios pobladores.
"Si se trata de mejorar y avanzar, hemos recibido ayuda importante, porque esto es parte de nuestra vida, de nuestra cultura y es algo que no debe desaparecer. Es también una misión que debemos traspasar a las nuevas generaciones", agregó Anza.
Uno de los soportes recibidos por las cinco comunidades que han preservado esta tradición, es el programa de Suelos Degradados de Indap, el que en este sentido ha beneficiado a más de 300 agricultores.
"Fundamentalmente se trata de entregar apoyo en temas técnicos como utilización de agua, abono de tierras y también de entregar capacitación en los poblados donde se mantienen esta tradición. Herramientas que les permitan a los beneficiados mejorar y mantener sus cultivos, no sólo en poblados indígenas sino que también favoreciendo a agricultores locales", detalló Jeanette Araya.
A pesar de los esfuerzos que organismos como Conadi e Indap realizan, el director del Museo de Historia Natural y Cultural del Desierto, Osvaldo Rojas, advierte que aún se puede hacer mucho más, sobre todo porque existen oportunidades de preservar conocimiento, técnicas y también generar políticas que desarrollen y fortalezcan lo que el considera "patrimonios de la inteligencia andina".
"Hoy estamos ante un desafío, primero porque existen muchos agricultores de avanzada edad y al desaparecer sus conocimientos se pierden, porque tenemos certeza que las nuevas generaciones no miran hacia la agricultura. Hay que re encantar el conocimiento y la tradición heredada a sus abuelos. Además, se debe documentar esa valiosa información y tradición que no se puede perder, cuyo trabajo es importante para mantener tan importante oficio, el que por tiempos inmemoriales nos recuerda la inteligencia y la sabiduría de su cultura, la cual aún es provechosa y se ha convertido en un polo tremendo de desarrollo para las comunidades", dijo el profesional.
"Hoy la recuperación de algunos cultivos, la capacitación, e incluso la demanda local de productos de innegable calidad y valor, son oportunidades que pueden ser muy positivas y que rescatarían un tremendo valor de cultivos que son eficientes. Los que no necesitan de estudios para develar que entregan no sólo un aporte para las comunidades donde existe esta técnica, sino además le podría entregar a nuevas generaciones una proyección mucho más auspiciosa enmarcada en un aspecto cultural e histórico muy importantes para agricultores indígenas", expresó Jeanette Araya.
A pesar del paso del tiempo y de la tecnología, el cultivo en terrazas es un ejemplo de cómo la perseverancia, la innovación e inteligencia de los pueblos originarios sigue estando vigente, cuyo patrimonio espera seguir cosechando muchos años más de vida en el desierto.
"Los poblados donde se realizan cultivos en torno a esta tradición de cultivar en terrazas, los que generan importantes producciones hortofrutícolas, en las que además se cosechan flores y productos de muy buena calidad".
Jeanette Araya
Directora regional de Indap
"Estas técnicas son sin duda alguna un ejemplo de cómo ante la adversidad geográfica, y la necesidad de supervivencia demuestran el ingenio y la innovación".
Osvaldo Rojas.
Director del Museo de Historia Natural y Cultural